¿Les ha pasado alguna vez que tienen tantas ganas de decir todo lo que sienten pero su mente no les deja aunque el corazón lo pida a gritos? Si, muchas veces nos pasa, y esto no tiene que ver solo con temas de romanticismo, tiene que ver con cada una de las emociones que tenemos día a día, puede ser durante una clase, porque hay alguien que no para de hablar y se roba todo el protagonismo que no deja que los demás expresen sus ideas al participar en clase, puede ser durante una pelea con tus padres, que tienes tantos deseos de decir que tú has sido el culpable pero reconocer tu error sería renunciar a tu valioso estado de rebeldía, puede ser el querer hablar de un tema complicado como una enfermedad, pero simplemente no es el momento oportuno; ¿qué es lo que debemos hacer en esos casos? ¿Hablar o callar? ¿Cómo se supone que debemos callar a nuestra alma cuando tiene tantas ganas de expresarse? La respuesta está en el autocontrol.
El saber cuál es el momento oportuno para decir cada una de las cosas que queremos decir es sumamente importante para no ganarnos enemigos, mantener una vida tranquila y sobre todo estar en paz con nosotros mismos, ¡antes de hablar piénsalo dos veces! Pásalo por los tres filtros, solo dilo si es bueno, si es justo y si es necesario. Si no hace ningún bien, si no hace honor a la justicia ni es completamente necesario que lo digas, ¡entonces no lo hagas!, es la mejor manera de no arrepentirse de las palabras dichas luego.
¡Vamos! Reflexionemos, cada vez que queramos decir algo con la cabeza “caliente” (tristeza o enojo) pasemos nuestras palabras por los tres filtros antes de que salgan de nuestras bocas, luego puede ser demasiado tarde, respiremos, contemos hasta diez y tranquilicémonos, si olvidas en algún momento estos consejos y lanzas tus palabras como puñales sobre alguien, recuerda que siempre puedes disculparte, aunque las heridas de puñal pueden sanar, pero las cicatrices siempre quedan.
Por: Karina Esther Sánchez Suárez